Composición: posición respecto al centro

Vamos a hablar un poco de la colocación de los elementos con respecto al centro del encuadre, y de cómo esa posición puede afectar a la percepción y a las sensaciones en el observador.

Composición: posición con respecto al centro

Partiremos de la idea de que cuando vemos una pintura, un dibujo o una fotografía, el cerebro intenta reconstruir mentalmente la escena real que que dio lugar a esa representación (sobre todo en la pintura figurativa, en una representación abstracta es un poco más complicado).

Por lo tanto, podríamos decir que el soporte, el lienzo, actúa como una ventana al ‘exterior’, una ventana esa otra realidad que representa la imagen (foto, dibujo, etc)

Una ventana al exterior

Imaginemos que estamos en un balcón, de nuestra casa por ejemplo.

Tenemos una visión bastante amplia de la calle y podemos hacer un seguimiento de los elementos que nos generan interés.

Por ejemplo, si vemos un elefante caminando por la calle seguramente giraremos la cabeza y centraremos la mirada en ese elemento y lo seguiremos a medida que se mueve, porque nos genera muchísima curiosidad.

Ahora imagina que estás sentado en una silla en el interior de una habitación, a cierta distancia de una ventana de tu casa.

La ventana está abierta y puedes ver qué ocurre en el exterior.

Pero en este caso la información a la que tienes acceso está limitada por el tamaño de la ventana (te ofrece un determinado campo de visión).

Si ves pasar al elefante (un elemento visual que te genera mucho interés) te dan ganas de levantarte de la silla y acercarte a la ventana o salir al balcón para poder verlo con más detalle o seguirlo con más libertad con la mirada.

Pero supongamos que no puedes moverte de la silla.

Esa situación te limita y te genera otro tipo de sensaciones.

Por ejemplo una cierta tensión, porque no puedes obtener más información de la escena y no entiendes del todo qué está ocurriendo.

Y por otro lado, ante esa falta de información, el cerebro elabora su propia ‘película’, su propia versión de la realidad, completando los detalles que no conoce con información inventada (inventada pero con una buena coherencia interna, por ejemplo elaborada a partir de experiencias previas, conocimientos, ideas preconcebidas, etc.)

Dicho de una forma muy resumida: si no tenemos mucha información entra en juego la imaginación.

La imagen como una ventana a otra realidad

Cuando vemos una foto o una pintura como observadores, es como si estuviésemos en esa habitación con ventana al exterior: dentro de esa ventana contemplamos una determinada escena congelada en el tiempo.

Como observadores no tenemos el control de lo que está dentro del encuadre y lo que queda fuera.

Es el autor del cuadro o de la foto el que impone su punto de vista, nos fuerza a contemplar esa interpretación de la ‘realidad’ desde un determinado punto de vista y con un determinado campo de visión.

Podríamos decir que nos vemos forzados a ver a través de la mirada (congelada en el tiempo) de otra persona.

Y ese punto de vista puede afectar a las sensaciones que nos transmite la imagen.

En el cine o en vídeo sucede exactamente lo mismo, con la diferencia de que la mirada no está congelada en el tiempo, y además suele haber otros elementos que afectan a nuestra percepción: un contexto reforzado por la historia de la trama y los sonidos: música, sonido ambiental, conversaciones, etc.

El centro del lienzo

Aunque el ojo humano proporciona un ángulo de visión bastante amplio, sólo hay una zona central que vemos nítida y con más información.

Esa zona se corresponde con la fóvea, que es donde se encuentran concentrados los conos, las células que envían al cerebro la información del color, y en la que se consigue la máxima nitidez.

Cuando contemplamos el mundo real (en persona, en una escena real) los ojos están en movimiento, explorando constantemente y deteniéndose en los elementos que atraen la atención del cerebro.

Centrar la atención en un elemento de interés significa literalmente eso: el elemento queda en el centro (la parte de la fóvea) de nuestra visión, de nuestro campo visual.

Percepción visual: fóvea y visión periférica

En nuestra visión normal, ese centro de interés se convierte en figura (algo que reconocemos como objeto, como forma) y queda rodeado por el resto de la escena, que se convierte en ese momento en fondo (algo que sabemos que está ahí, pero dejamos aparcado en nuestra conciencia en un segundo plano). Aquí tienes más información sobre el concepto de figura y fondo desde el punto de vista de la percepción y la figura y fondo en fotografía .

En la visión normal no hay unos bordes claros y definidos como ocurre en un lienzo.

Hay una transición más o menos suave desde el centro (nitidez) hacia lo que correspondería a la visión periférica (falta de nitidez).

Podemos centrar la atención (con esfuerzo) en una zona que queda en la visión periférica.

Por ejemplo por la noche o con poca luz, podemos usar esa visión periférica porque los bastones distribuidos por toda la superficie de la retina tienen mucha mejor sensibilidad que los conos de la fóvea.

Esto requiere un esfuerzo consciente y un cierto entrenamiento.

En condiciones normales nuestra visión siempre va a intentar usar la fóvea, la parte central, de forma inconsciente.

En cualquier caso, si contemplar un cuadro o una foto es como ver a través de los ojos de otra persona, lo más lógico y natural sería ver al elemento visualmente más atractivo (el que genera más atención, el protagonista) situado en el centro del encuadre.

El centro del encuadre vendría a ser como la zona central de nuestra visión, la zona de la fóvea.

Cuando vemos una imagen con el elemento principal colocado en el centro, la sensación sería un poco de normalidad, de equilibrio.

Es exactamente lo que haríamos si estuviéramos en la escena real como observadores y nos encontramos con un elemento que despierta nuestro interés.

Por otra parte, esa sensación de equilibrio también puede interpretarse de una forma menos positiva como sensación de algo estático, aburrido incluso dependiendo del contexto.

Protagonista separado del centro

En una imagen, una fotografía por ejemplo, a medida que el elemento principal se separa del centro del encuadre se genera en el observador una cierta tensión.

Una tensión no es más que una discrepancia, por decirlo de alguna forma, entre lo que nos muestra esa imagen y lo que haría nuestra visión en una situación real.

De forma inconsciente, hay algo que no encaja del todo con nuestra experiencia diaria.

¿Por qué ese elemento no está colocado en el centro de la visión del autor? ¿Qué está pasando aquí?

Ten en cuenta que es una sensación muy sutil, no es que veamos una foto y nos vaya a generar una crisis de ansiedad.

Hemos dicho que una imagen es como congelar un instante de la visión de otra persona, del autor.

En nuestro cerebro se pueden generar de forma automática diferentes explicaciones para esa discrepancia:

  • La imagen representa un instante en el que el autor estaba dirigiendo su atención hacia el elemento de interés principal que vemos (pero todavía no ha llegado a centrarse en él).
  • La imagen representa un instante en el que el autor ha visto otro elemento de interés diferente y está moviendo su mirada hacia ese otro punto (que puede estar en el encuadre actual o puede estar fuera)
  • En el encuadre hay un elemento de interés adicional que no hemos encontrado todavía.

Todo esto no es un pensamiento consciente (a menos que estemos analizando la imagen de una forma más rigurosa), es simplemente una especie de reacción instintiva.

Sea como sea nos genera una cierta sensación de dinamismo.

No estamos contemplando una escena simple en la que estamos ‘centrados’ en el elemento principal (y podríamos estar ahí todo el tiempo del mundo porque no hay nada más interesante por los alrededores).

Estamos contemplando una escena un poco más compleja en la que se intuyen otros elementos de interés que han llamado la atención del autor o en la que se ha ‘congelado’ un instante del tiempo que no era el instante ‘definitivo’.

Como observadores de la imagen, intentamos reconstruir la escena real, pero tenemos muchísima menos información que el autor. No tenemos control sobre su campo de visión, sobre la dirección de su mirada.

Y no conocemos tampoco qué otros elementos había a su alrededor en la escena.

La percepción humana es maravillosa para recuperar información a partir de datos incompletos: rellena, inventa si hace falta, reconstruye a partir del contexto y la experiencia…

De momento nos quedamos con la idea de que separar al protagonista del centro de la imagen genera en el observador cierta tensión y una sensación de algo dinámico, algo que está ocurriendo o de algo que va a ocurrir.

Composición: zonas de equilibrio estático / dinámico

¿Pero en qué forma afecta en función de la distancia del protagonista al centro o a los bordes?

Protagonista casi en el centro

Si al protagonista lo separamos sólo un poco del centro (descentrado ligeramente) se puede generar una sensación de ambigüedad.

En el cerebro no llegamos a notar una sensación de dinamismo y tampoco una sensación de equilibrio perfecto.

Esas situaciones ambiguas a veces se resuelven por el contexto, quizás está así para mostrar algo relevante del fondo o por la actitud del protagonista, etc., etc.

Pero también se pueden llegar a percibir como un ‘error’ del autor. Un ‘quiero y no puedo‘ por decirlo de alguna forma.

Estas situaciones de ambigüedad (veremos muchas a lo largo del curso) suelen dejar una sensación más bien negativa en el observador.

O más que negativa (que suena como muy contundente) podríamos verlo como que no nos llena tanto.

Como digo, esto depende muchísimo del contexto de la imagen.

Puede ocurrir perfectamente que el protagonista tenga tanta fuerza visual y tanto impacto que el hecho de que no esté perfectamente centrado no nos importa lo más mínimo ni lo llegamos a percibir.

O que haya otros elementos de interés y lo que importa realmente es la distribución y las relaciones que aparecen.

Estamos hablando más bien de escenas con un único protagonista incuestionable.

Posición respecto al centro: ambigüedad / desequilibrio

Protagonista muy alejado del centro

En general, a medida que el protagonista se aleja del centro del encuadre se genera cada vez más tensión en el observador.

Tensión en el sentido de esa sensación de que la escena representa algo más dinámico.

Pero si lo alejamos mucho del centro se irá acercando a uno de los bordes del lienzo.

Y esto empieza a generar otro tipo de sensaciones.

La tensión ya no va en la línea de dinamismo, sino que genera una cierta sensación de incomprensión, incluso de cierto agobio.

No entendemos por qué la mirada del autor (poniéndonos en su lugar como observadores) está tan alejada del protagonista.

Y el elemento de interés parece que se nos va a escapar de nuestro campo de visión.

Si no hay una razón de peso en la escena, un contexto, que justifique ese encuadre tan poco natural podríamos considerarlo como otro tipo de ambigüedad, que nos deja una sensación más bien negativa.

Y lo mismo ocurre si el elemento principal queda cortado por el encuadre (habiendo espacio suficiente en el campo de visión para que entrara perfectamente).

Son composiciones más bien arriesgadas que por lo general ‘restan’ en lugar de aportar.

Vuelvo a repetir que esto depende muchísimo del contexto.

Por ejemplo, este tipo de encuadres agresivos encajarían en una temática para la que queremos añadir esa tensión extra, una sensación de agobio, miedo quizás, etc.

Cuando hay varios elementos de interés

A medida que aumenta el número de protagonistas se complica enormemente la composición.

Por un lado hay que pensar que se establece una especie de jerarquía entre los elementos que recibirán primero la atención del espectador.

Esta atención o atracción visual depende, como hemos comentado, de las características visuales de cada elemento (claridad, nitidez, color…)

Por otra parte la interpretación y la percepción es mucho más compleja, porque hay relaciones entre los elementos entre sí: formas, distancias, posiciones relativas, perspectiva, color…

El centro del encuadre sigue siendo una referencia, pero ahora cobra más importancia la distribución de todos esos elementos de interés a lo largo del encuadre.

La sensación de equilibrio o la sensación de dinamismo la van a marcar más las posiciones relativas y sus pesos visuales.

Es decir, por el hecho de situar uno de ellos en el centro no necesariamente vamos a conseguir una sensación de equilibrio o de composición más estática (seguramente todo lo contrario).

Y de la misma forma, podemos tener un elemento situado muy al borde sin que la imagen global genere esa sensación de tensión extrema o desequilibrio (puede haber por ejemplo otros elementos cuya distribución compensa de alguna forma).

Las fuerzas perceptuales de Arnheim

Rudolf Arnheim fue un psicólogo alemán especializado en psicología del arte.

Uno de sus libros, Arte y percepción visual (1954), se ha utilizado como referente en el estudio del arte.

En él, Arnheim habla de las fuerzas perceptuales, una especie de fuerzas psicológicas (campos de fuerza) que afectan a los elementos de un cuadro.

Un cuadro o una fotografía es una escena con unos límites físicos (el tamaño y la forma del lienzo, del soporte). Ese ‘efecto ventana‘ que comentamos al principio.

Según esa analogía de fuerzas, el centro es un punto de atracción y los bordes son zonas de repulsión.

Luego habría zonas intermedias de cierta estabilidad (por ejemplo, según Arnheim, en puntos intermedios de las diagonales principales).

El problema, desde mi punto de vista, es que Arnheim lleva muy lejos esa analogía (la sostiene con experimentos bastante condicionados) y realmente no explica qué hay detrás de ese ‘comportamiento’ psicológico.

Es decir, como analogía me puede gustar o no, pero como mecanismo de la percepción visual (que es lo que se desprende del libro de Arnheim) estaría desde mi punto de vista más en el terreno de la pseudociencia que de la psicología científica.

Si tienes interés, echa un vistazo al libro de Arnheim. Yo, personalmente, no estoy de acuerdo con todo lo que comenta, pero me parece muy interesante.

La importancia del contexto

Esto lo voy a repetir prácticamente en todos los capítulos de composición, así que te pido disculpas por ser tan cansino.

El contexto es muy, muy importante.

La posición de un elemento en el lienzo (en el encuadre) con respecto al centro puede generar ciertas sensaciones básicas.

Pero todas esas sensaciones van a estar moduladas (modificadas) por el contexto de la imagen.

No es lo mismo si es un punto negro, un árbol, una piedra o una persona.

No es lo mismo si la persona está mirando hacia un lado o hacia otro.

No es lo mismo si hay algún tipo de indicación de movimiento.

No es lo mismo si el fondo (el resto de elementos de la escena) es liso sin ningún detalle ni textura o si es un fondo complejo con muchos otros elementos.

No es lo mismo si hay un único protagonista o si hay varios.

Y el contexto que acompaña a la propia foto: su título, si forma parte de una colección temática, etc.

Toda esa información extra condiciona la forma de ver y entender el contenido de una foto (de una imagen en general)

El formato del soporte influye.

Por ejemplo no es lo mismo un soporte (lienzo) rectangular que uno ovalado o circular.

Y lo mismo la relación de aspecto y la orientación.

En una panorámica horizontal con formato muy alargado se diluye un poco la importancia del punto central del encuadre y también cambia el efecto que tendrá desplazar al protagonista a lo largo del eje horizontal con respecto al eje vertical.

El observador también forma parte del contexto.

No va a tener las mismas sensaciones una persona aficionada a la pintura clásica, que una aficionada a la pintura contemporánea, que un crítico de arte, o el jurado de un concurso de fotografía… o una persona ‘normal’.

Cada observador está condicionado por su experiencia previa y sus expectativas.

Por eso creo que es prácticamente imposible hacer ‘reglas’ de composición o recetas universales que sean sencillas y que funcionen siempre.

Si pensamos en términos de reglas de composición, esas reglas tarde o temprano se ‘tienen que romper‘ (qué poco me gusta esa frase y el concepto de regla en sí) porque abarcan un subconjunto muy pequeño de situaciones.

Resumen

El centro geométrico del encuadre es uno de los puntos de referencia más importantes.

Cuando contemplamos una escena real, nuestra mirada se centra en el objeto de interés.

Colocar al protagonista en el centro del encuadre, cuando hacemos una foto por ejemplo, es la opción más natural.

En general va a transmitir una sensación de equilibrio.

Pero también puede transmitir una sensación de algo estático, incluso aburrido dependiendo del contexto.

Cuando colocamos al protagonista alrededor de la zona central (fuera del centro, pero bastante cerca) sin nada que justifique esa decisión, por lo general el observador no sabrá cómo interpretar esa posición (ambigüedad). Se puede generar una sensación de desequilibrio, de que algo no está donde debería.

Hay toda una zona de ‘equilibrio dinámico’ situada entre el centro del encuadre y los bordes.

Composición: posición respecto al centro, zonas

Cuando colocamos al protagonista en alguna posición intermedia (dejando un margen entre el centro y el borde del encuadre), se genera normalmente en el observador una sensación de cierto dinamismo. De que esa escena no es estática, que está evolucionando de alguna forma en el tiempo.

La relación de aspecto y la forma del soporte (lienzo) influye: tanto en la importancia del centro, como en el efecto que tendrá separar al protagonista del mismo.

Imagina por ejemplo la misma foto, un retrato de una persona, en diferentes formatos: cuadrado, 4:3, 3:2, panorámico…

El contexto es fundamental.

Todas estas sensaciones que hemos comentado pueden ser más o menos evidentes o pueden quedar totalmente enmascaradas dependiendo de muchos otros factores. Por ejemplo:

  • Si hay un único protagonista o varios.
  • La fuerza del elemento protagonista.
  • La temática.
  • El tamaño relativo entre el protagonista y el encuadre.
  • La escena en sí, lo que sería el fondo y la relación figura-fondo.
  • La relación de aspecto del soporte y su orientación: cuadrado, panorámico, apaisado, vertical…
  • La mirada del protagonista (ya lo veremos más adelante)
  • Si se trata de un elemento en movimiento (lo veremos más adelante, cómo afecta la dirección y sentido del movimiento)

Como creadores, lo ideal sería intentar aprovechar ese tipo de sensaciones en favor del mensaje o de lo que queremos transmitir con la foto que estamos ‘fabricando’.

Por ejemplo, la posición central puede ir muy bien para escenas con mucha simetría.

O si queremos potenciar una cierta sensación de solidez, equilibrio estático, inmutabilidad…

Si buscamos algo más dinámico podemos decidir colocar al sujeto principal desplazado con respecto al centro, en esa zona de equilibrio dinámico que hemos comentado.

Si queremos generar mucha tensión o incluso cierta sensación de ansiedad (acorde con la temática o el mensaje) podemos recurrir a posiciones más agresivas, ‘empujando’ al protagonista hacia los bordes del encuadre.

Pero teniendo en cuenta que si el contexto no justifica de alguna forma esas decisiones extremas podríamos generar un efecto ‘negativo’ en el observador: incomprensión, ambigüedad, etc.