Los fundamentos de la Regla de los Tercios

Es seguramente la 'regla' más famosa y conocida en composición fotográfica. El uso típico se basa en dividir el encuadre en tres partes verticales y tres partes horizontales, formando una cuadrícula.

La regla de los tercios

A la regla de los tercios yo la suelo llamar cariñosamente la Regla de los Tontos.

Es broma, que nadie se me ofenda…

Yo la utilizo como recurso muchas veces, cuando no quiero pensar (de ahí lo de ‘tontos’) o cuando no tengo tiempo para planificar entre foto y foto.

Hasta un reloj parado acierta dos veces la hora cada día… y algo similar ocurre con la regla de los tercios. Así que vamos a intentar desmontarla para ver qué hay dentro y qué podemos aprovechar.

¿Qué vamos a ver en este capítulo?

 

Posición con respecto al centro del encuadre

Para seguir las explicaciones de este capítulo es muy importante que hayas leído y entendido el capítulo previo sobre el efecto de la posición de un elemento con respecto al centro del encuadre .

Posición del sujeto principal con respecto al centro

El resumen rápido sería:

  • El centro del encuadre es una zona privilegiada porque cuando contemplamos la realidad, nuestros ojos fijan la mirada (centran la fóvea) en el elemento de interés. Ese elemento de interés queda centrado en nuestro campo de visión.
  • En nuestra experiencia cotidiana hay una correlación entre el elemento de interés (protagonista, podríamos decir) y el centro de nuestro campo de visión.
  • Cuando contemplamos una imagen (una foto o una pintura por ejemplo), como observadores no tenemos la posibilidad de mover o cambiar el punto de vista, el encuadre o el campo de visión.
  • Es como observar la realidad a través de una ventana.
  • Si el elemento principal, el protagonista, está situado en el centro del encuadre, percibimos una situación de normalidad. Es lo esperable, a lo que estamos acostumbrados cuando contemplamos la realidad en nuestro día a día.
  • Si el elemento principal está desplazado con respecto al centro del encuadre, nuestro cerebro percibe una disonancia.
    Poniéndonos en la piel del autor (fotógrafo o pintor), ¿por qué está centrando su campo de visión en un elemento que no es el protagonista? ¿por qué no centra la atención en el punto de interés principal?
  • Ese desplazamiento genera una cierta tensión.
    En contraposición con la estabilidad o sensación de ’normalidad’ que percibimos cuando el elemento de interés está centrado en el encuadre.
    Podríamos decir que genera una cierta sensación de dinamismo, porque es como si hubiéramos congelado la imagen justo cuando la mirada del autor se movía hacia el elemento de interés o se movía hacia otro elemento de interés que no vemos, que estaría fuera del plano.
  • Si el desplazamiento es pequeño, puede generar una especie de ambigüedad.
    Es decir, ni está en el centro ni está realmente desplazado del centro.
  • A medida que aumenta el desplazamiento de la figura principal hacia los bordes del encuadre, aumenta también esa disonancia, esa tensión.
    Hay una discrepancia más fuerte entre el encuadre de la imagen con respecto al comportamiento de nuestra mirada si estuviéramos allí, en la escena, observándola con nuestros propios ojos.

Entendiendo esto… no necesitamos mucho más.

No necesitamos una Regla de los Tontos Tercios para decirnos cómo tenemos que posicionar al protagonista, ni necesitamos romper esa regla ni ninguna otra.

¿Qué aporta la división en tercios?

La división del encuadre en tercios nos da una referencia rápida y sencilla de una zona alrededor del centro del encuadre en la que evitamos ambigüedad, generamos cierta tensión o dinamismo, y a la vez evitamos también esa tensión excesiva que provocaría colocar al protagonista principal muy cerca de los bordes del encuadre.

En la mayoría de cámaras digitales y móviles se pueden activar guías en pantalla. Si elegimos la cuadrícula de tercios nos puede servir como referencia rápida.

Pero no porque sea especial, sino porque es una cuadrícula sencilla, que no distrae mucho y nos ayuda también con la nivelación (para evitar que el horizonte quede torcido por ejemplo)

¿Por qué es especial la división en tercios?

No tiene absolutamente nada de especial.

Es una referencia muy sencilla y que más o menos podemos estimar a ojo, incluso sin guías ni cuadrículas.

Pero no tiene nada de especial.

Los puntos fuertes o puntos de interés

La regla de los tercios nos dice que los cuatro puntos de corte de la cuadrícula tienen poderes especiales y mágicos: son los puntos fuertes, puntos de fuerza o puntos de interés.

No tiene sentido ninguno, no le busques una explicación.

Yo siempre me imagino el origen de esta regla: pienso en una especie de maestro budista enseñando al más tonto de la aldea. El maestro le habla sobre composición, armonía, belleza, fluye como el agua alumno mío… Pero pasan los días, pasan los meses, y el alumno no se entera. La paciencia infinita del maestro se agota y le acaba diciendo: ‘Mira, haces cuatro rayas así, así y así… y esos puntos de ahí son mágicos… pones ahí al monigote y ya está.’. El maestro murió poco después, y el alumno emigró a la ciudad y montó una academia de fotografía.

La regla de los tercios - puntos de interés

Los puntos de interés visual de una escena están donde estén los elementos de interés.

En una escena que muestra a una persona en mitad del desierto, el punto de interés para el obsevador estará donde esté la persona.

Da igual si está en la parte de arriba del encuadre, abajo, pegada a los bordes o en el centro.

¿Qué tienen de especial los cuatro puntos que se forman al dividir un encuadre en tercios?

Absolutamente nada.

Si haces una foto de una pared blanca, los observadores de esa imagen no van a centrar su atención en ninguno de los puntos ‘fuertes’ de la regla de los tercios, porque no hay nada en el encuadre, nada que despierte su interés.

Si en ese fondo blanco pones una bola roja, da igual donde esté situada dentro del encuadre: el punto de interés y el punto ‘fuerte’ será el de la posición de la bola.

La regla de los tercios - puntos de interés

Es decir, el punto de interés principal para el observador estará en la posición del elemento de la escena que más llame su atención.

¿Y si coloco al elemento protagonista justo en uno de los puntos ‘fuertes’ de la división de tercios?

Pues seguirá siendo el punto de interés principal para el observador.

El hecho de colocarlo justo en ese punto del encuadre no aporta nada especial.

No es una posición mágica ni va a aumentar la belleza del resultado final.

No vale la pena pensar en términos de posiciones fijas o absolutas.

Ten en cuenta además que los llamados ‘puntos fuertes’ de la división en tercios quedarán en posiciones muy diferentes en función de la relación de aspecto del soporte.

Por ejemplo, la división en tercios de un formato 4:3 dará lugar a una distribución de puntos bastante diferente de la división en tercios de un formato 21:9.

Parece razonable pensar que no tiene mucho sentido asignarles poderes especiales.

Volviendo al tema de la posición con respecto al centro: sí podemos intuir que hay unas zonas alrededor del centro en las que podemos jugar con esa tensión que comentábamos al principio del capítulo.

Es decir, si hacemos los puntos de la regla de tercios lo suficientemente gordos, los transformamos en zonas extensas, podríamos decir que si colocamos al elemento de interés en esas zonas vamos a tener (puede generar en el espectador) un cierto balance entre dinamismo y tensión excesiva.

Ten en cuenta que si hay varios elementos de interés en la escena, cobrará más fuerza la posición relativa entre ellos y perderá peso la posición absoluta de cada uno de ellos en el encuadre. Echa un vistazo al apartado Modificadores .

La proporción 2:1 (tercios)

En el primer bloque hemos hablado de posicionar al elemento protagonista en el encuadre.

En este apartado vamos a hablar de las proporciones.

Una proporción es simplemente una relación (razón) entre dos cantidades.

Por ejemplo, imagina que queremos posicionar el horizonte en el encuadre.

El horizonte divide el encuadre en dos partes (cielo y tierra por ejemplo) y podemos decidir qué proporción asignamos a la tierra con respecto al cielo.

Si llamamos a al trozo de cielo y b al trozo de tierra, la proporción la podemos indicar como una relación entre esos dos trozos (a/b o b/a) o como una relación de uno de ellos con respecto al total: (a+b) / b

La división en tercios nos da una proporción 2:1 entre los trozos 2/1 = a/b.

Otra forma de expresarlo sería con respecto al total, por ejemplo a = 66.6% , b = 33.3%

¿Tiene algo de especial esta proporción (tercios)?

No, no tiene nada de especial.

Ninguna proporción que elijamos tiene nada de especial, excepto quizás la proporción 1:1, que equivaldría a colocar el horizonte en el centro (50% -50% , el trozo de cielo ocupa lo mismo que el trozo de tierra).

Tendría de especial que es simétrica, no es especial en el sentido de belleza, armonía, etc.

Si elegimos proporciones cercanas a 1:1 (no exactamente en el centro) entraríamos en esa situación de ambigüedad que normalmente queremos evitar (o no, ya que es una decisión artística)

Y si elegimos proporciones muy extremas puede ocurrir que el espectador no entienda exactamente el motivo de ese encuadre. Imagina por ejemplo el horizonte muy pegado al borde inferior o muy pegado al borde superior del encuadre.

Si el horizonte no es el protagonista: realmente no se genera una tensión como tal. Pero sí quizás una pequeña disonancia.

La ‘regla’ del horizonte

De los creadores de la Regla de los Tercios… presentamos la ‘Regla del Horizonte’, también conocida como ‘Ley del Horizonte’…

La regla de los tercios o su prima hermana la ‘ley del horizonte’ nos dice que podemos elegir el encuadre para que el horizonte quede en el tercio inferior (para dar más protagonismo al cielo) o que quede en el tercio superior (para dar más protagonismo a la escena de tierra, mar o lo que sea)

La regla de los tercios - horizonte

¿Por qué?

Porque el que hizo la regla sabe más que tú y decidió que todos los horizontes tienen que estar en la frontera del tercio superior o en la del tercio inferior.

Independientemente de la escena.

Independientemente de los elementos protagonistas y sus relaciones entre sí.

¿Tiene sentido?

No, ninguno.

La motivación tiene que ver con separar el horizonte del centro del encuadre, para generar más dinamismo.

Pero si no tiene en cuenta el contenido de la propia escena, no parece que tenga mucha utilidad.

La posición del horizonte la elegimos nosotros

El problema de la regla de los tercios, la del horizonte y otras reglas similares es que son muy limitantes si se siguen al pie de la letra (y si no se siguen al pie de la letra… ¿qué sentido tienen como reglas o leyes, no?)

No, en serio, son reglas que tratan al fotógrafo o al diseñador o al artista como si fuera tonto: sabemos de tu incapacidad intelectual, así que te vamos a decir dónde tienes que colocar el horizonte, no vaya a ser que te hagas daño al pensar.

La escena nos va a dar la información que necesitamos para decidir dónde colocamos el horizonte.

Ya sé que eso es muy fácil de decir, y no tan fácil de hacer cuando estamos ante una escena real.

Es mucho más fácil decidir si sólo tienes 3 opciones: centro, tercio superior, tercio inferior.

Y además tienes un respaldo psicológico que justifica esa decisión: ‘lo dice la regla

Piénsalo.

En cualquier caso, lo que quiero decir es que en general no vale la pena elegir la proporción (posición del horizonte por ejemplo) basándonos en criterios fijos predeterminados: tercios, cuartos, áurea…

Puede funcionar más o menos bien en las situaciones típicas, pero nos acabará limitando.

Y por obsesionarnos con una posición en el encuadre quizás estemos dejando fuera algún elemento de interés o estamos incluyendo elementos que no aportan nada y distraen.

¿Qué tiene que ver la proporción de los tercios con la proporción áurea?

Que son proporciones. Nada más.

La proporción áurea tiene cierto interés desde el punto de vista matemático (en su momento, en la antigua Grecia por ejemplo y en el Renacimiento, tuvo gran ‘impacto’ porque φ es un número autocontenido en su propia definición y tiene propiedades bastante curiosas).

En la matemática actual no deja de ser una curiosidad. No tiene mucha relevancia como constante física o como área de estudio en matemáticas.

El número φ (relación de los segmentos en la proporción áurea) es un número irracional un poco especial. Podríamos decir que es el más irracional (el que peor ajusta con series de racionales). Eso hace que aparezca en la naturaleza en algunos organismos que tienen un crecimiento por agregación o en estructuras de rotación.

Su uso en el arte está relacionado con creencias religiosas (Luca Pacioli) y una cadena desafortunada de misticismo y pseudociencia.

La proporción de los tercios no tiene ninguna relación con la proporción áurea.

Ni matemática, ni geométrica, ni histórica.

No es una versión simplificada de la proporción áurea. Eso es como decir que un cuadrado es la versión simplificada de un círculo.

Pero es que realmente da igual.

La proporción áurea no tiene nada de especial en cuanto a percepción visual o belleza o cualquier atributo místico que le queramos dar.

Y la proporción de tercios no tiene nada de especial tampoco.

Aquí tienes más información sobre mitos y falacias relacionados con la proporción áurea .

Entonces, ¿hay que odiar a muerte la regla de los tercios?

No, claro que no.

Hay que entender que no es una proporción especial ni privilegiada.

Y hay que entender qué efecto puede tener la posición (de un elemento de interés) con respecto al centro y con respecto a los bordes del encuadre.

En muchas situaciones no hay tiempo para pensar y planificar el encuadre al detalle o con tranquilidad.

En esos casos podemos asegurar la toma colocando el elemento de interés en el centro exacto, que sería la posición más estable y natural (desde el punto de vista del espectador), pero que por ese mismo motivo puede resultar un poco ‘sosa’ o estática dependiendo de la escena.

O podemos sacarlo del centro para dar esa sensación de tensión o dinamismo.

Si pensamos en los puntos de intersección de la cuadrícula de tercios como grandes zonas (en lugar de puntos) tendremos ahí una referencia rápida para encuadrar: sin la ambigüedad que podría suponer colocar al protagonista cerca del centro (si no es el centro exacto) y sin la tensión extra que supondría colocarlo muy cerca del borde del encuadre sin venir a cuento.

Pero la decisión es nuestra.

No estamos atados a una regla y por lo tanto no tenemos que romperla.

¿Y si coloco al sujeto principal en el centro de la imagen?

Serás excomulgado de cualquier foro de fotografía y penarás en el infierno de los fotógrafos incomprendidos…

Aparte de eso, me parece perfecto.

Muchas veces el protagonista tiene ya por sí mismo una presencia muy fuerte, que merece esa situación central.

Otras veces podemos buscar algún tipo de simetría por la propia estructura de la escena.

Hay infinitas situaciones en las que el sujeto en el centro iría perfecto.

¿Si uso la regla de los tercios seré un fotógrafo vulgar o del montón?

La regla de los tercios es un recurso, un truco sencillo de usar y rápido.

Es cierto que es un recurso explotado hasta la saciedad.

Si sólo usas ese recurso, corres el riesgo de que tus fotografías sean todas parecidas.

Pero sobre todo, que al utilizar siempre el mismo recurso, al ser tan rígido, estés perdiendo muchísimas oportunidades de conseguir composiciones con más riqueza.

Esto, como todo lo que tiene que ver con la composición, es altamente subjetivo.

Por lo tanto, eres tú el que tiene que decidir cómo compones tus fotos.

Si a ti te gustan tus composiciones: no hay más que hablar. Ya puede venir el gurú de turno o el Papa de Roma.

Modificadores

La percepción visual humana no funciona como una serie de reglas sencillas y simplonas. Si así fuera, no hubieramos sobrevivido como especie, nos hubieran comido los leones.

Todo lo que hemos comentado sobre la posición con respecto al centro (equilibrio, ambigüedad, tensión) se modula o se altera en función de muchísimos factores.

Por ejemplo, cuando hay varios protagonistas compitiendo por la atención del espectador, la posición con respecto al centro del encuadre tendrá mucha menos relevancia que cuando hay un único elemento protagonista.

En esos casos suele ser más relevante la posición relativa de esos elementos y su posible conexión (conceptual, temática, geométrica…)

La mirada (del protagonista, no del espectador) o cualquier modificador que implique una dirección dentro del encuadre, actúa como una especie de conexión con otro protagonista (visible o no en el encuadre).

Esos modificadores también modulan la percepción que tendremos del elemento principal con respecto a su posición en el encuadre.

Ya hablaremos sobre la mirada, la dirección y el movimiento.

El tamaño de los elementos con respecto al tamaño del encuadre también influye muchísimo.

Si el elemento principal es muy pequeño tendrá probablemente más importancia su posición en el encuadre (en lo que respecta a la interpretación que hará el observador).

Mientras que si el elemento principal ocupa un porcentaje muy grande del encuadre, su posición relativa probablemente no será tan relevante.

Pero digamos que lo importante es entender que no tiene mucho sentido quedarse con la idea de que existen proporciones especiales (tercios, áurea, fulanita, menganita…) o posiciones privilegiadas (puntos de cruce de los tercios, el centro de una espiral logarítmica arbitraria, los puntos óptimos de anclaje o cualquier otro punto ‘mágico’ que se nos ocurra)

No hay posiciones mágicas, ni hay proporciones con poderes místicos.